Me declaro culpable

Tomar la decisión de dejar de trabajar me costó nueve años de "mamá a distancia" y varias crisis de retorno. La ayuda en casa estaba. El piloto automático funcionaba casi a la perfección. Pero la llegada de mi cuarto hijo me empujó a redirigir mi vida. Después de tantas batallas perdidas, esta vez le tocó ganar a la familia.

2004-11-24

Tú no servís para estar en la casa. ¿Y no querés tu propia plata? ¡Qué fácil lo tuyo! ¿Vas a dejar que tu marido banque todo? ¿Pero qué vas a hacer todo el día en tu casa? Justo cuando todo el mundo busca laburo, tú lo largás. ¿Y tu futuro profesional?

Cuando creía que el tribunal que me señalaba con el dedo acusador ya se había rendido, llegó la sentencia final: "vas a estar todo el día mirando televisión". ¿Renunciar a mi carrera por ver TV? En mi larga y atormentada indecisión de volver o no a casa, no había sido un punto tenido en cuenta. (Hace un año y medio que renuncié y, entre baños, deberes, cena y marido que llega, todavía no logré mirar un informativo entero. ¿Se fijaron que los noticieros centrales se emiten a la peor hora del funcionamiento de un hogar?)

Podría escribir una interminable lista para rebatir el "no hacer nada". Dejo para otro momento esa trivial y detestable maratón doméstica para responder a la inquisidora pregunta de "¿qué vas a hacer con tu vida?" Educar. Ya era hora.

Tomar la decisión me costó nueve años de "mamá a distancia" y varias crisis de retorno. La ayuda en casa estaba. El piloto automático funcionaba casi a la perfección. Pero la llegada de mi cuarto hijo me empujó a redirigir mi vida. Después de tantas batallas perdidas, esta vez le tocó ganar a la familia.

Acumular carrera e hijos es sin duda un doble triunfo, pero agotador. Corrí hasta decir basta. A la noche, cansada, improvisaba en el trabajo esencial. Le robé tiempo a mi marido. Perdí tiempo valioso de mis hijos, a quienes no les inculqué los principios que hoy quiero que tengan.

Mi profesión me dejó experiencias imborrables. Pero el precio fue muy caro. Por ahora no haré más depósitos en la cuenta de otro, por ahora sólo invertiré en mi familia.
Confieso haber sacrificado mi carrera. Reconozco haber canjeado el prestigio de "mujer que trabaja" por el tan común "mamá". Me declaro culpable.

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