Querida hija II

Recuerdo el día de mi boda entremezclado de amor y dolor. No había alegría alrededor de nosotros, sino discusiones y divisiones que nos afectaron. Queríamos casarnos. Tu padre tenía 23 años y yo 21. Tuvimos 11 meses de noviazgo y nos faltaba todo: ni muebles teníamos, pero lo importante era estar juntos y tener nuestra familia.

2004-11-24

Te estoy viendo entrar a la Iglesia. Vas avanzando poco a poco del brazo de tu padre y, de golpe, vuelvo a tantos años atrás, a nuestro propio casamiento. Me acuerdo de los meses antes: cuántos problemas tuvimos que pasar. Hasta último momento no sabía con quién iba yo a entrar en la Iglesia.

Creo que, cuando uno es huérfano desde niño, vuelve a perder al padre en momentos como cuando se cumple 15 años, cuando se casa, o cuando tiene el primer hijo. Allí se siente ese vacío.

Recuerdo el día de mi boda entremezclado de amor y dolor. No había alegría alrededor de nosotros, sino discusiones y divisiones que nos afectaron. Queríamos casarnos; Papá tenía 23 años y yo 21. Tuvimos 11 meses de noviazgo y nos faltaba todo: ni muebles teníamos, pero lo importante era estar juntos y tener nuestra familia. Éramos como sobrevivientes de naufragios familiares. Sabíamos lo que queríamos y luchamos por conseguirlo.

Nos fuimos a vivir a una casita alquilada con lo poco que teníamos. Papá trabajaba y estudiaba; estaba en tercero de Arquitectura y yo en segundo de Derecho.

Me encantaba esperar a tu padre y prepararle la cena, compartir todo. Fueron tiempos difíciles ya que teníamos que arreglarnos solos y los problemas familiares continuaban.

Ahora que te veo de novia, radiante y feliz, siento la alegría de poder acompañarte en todo, de que sepas que cuentas con nosotros. Siempre en bueno saber que se puede volver a casa por un poco de sosiego y cariño.

BUSCADOR